Estamos teniendo en estas latitudes unas Navidades frías, friísimas, con temperaturas bajo cero, heladas, humedad e incluso viento helador que deja las naricillas rojas. En circunstancias así y entre comida y comida familiar he aprovechado para ir al cine . Como no, Avatar, era la favorita. Casi dos horas y media de superproducción necesitan de cierta relajación para acometerlas. Pues bien, los efectos especiales me han parecido espectaculares, soberbios, extraordinarios. Ahora bien, cuando voy al cine, voy a que me cuenten una historia y esta historia me resultaba predecible, conocida, repetida cien veces, lo cual me deja un poco decepcionada. Tanto esfuerzo para..... No sé, me parece estupenda la puesta en escena, pero es como un envoltorio de celofán, estupendo, pero que esconde un regalo que no está a la altura del envoltorio.
Quizá me haya perdido alguna parte del argumento, pero ni siquiera la velada crítica al imperialismo quedaba clara del todo. Ya ven, tengo la sensación de que es una pena que no se hubiese aprovechado la magnífica puesta en escena para contar una historia "con más chicha". De todos modos, resulta obligatorio conocerla, pues creo que esos seres azules estilizados formarán ya parte de la cultura común del siglo XXI.
Que disfruten del día de la familia.
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