sábado, 27 de febrero de 2016

La solitaria ruta de A Marronda

El pasado fin de semana mis amigos de Verso Libre, habían organizado una ruta de senderismo en la zona de A Marronda. Un lugar precioso en el interior de la provincia de Lugo en el que la ruta discurre por la zona del alto Eo cruzando una y mil veces el cauce del río, en ocasiones saltarín y atropellado como el joven que es a esa altura, y en otras, tranquilo y sosegado, como si ya anticipase el ritmo que tendrá cuando

bastantes kilómetros más adelante, se acerque al Mar Cantábrico. Caminamos entre bosques de hayas, robles y castaños, desnudos en esta época del año. La luz del sol se filtra entre los troncos esbeltos de los robles jóvenes que se elevan estilizados hacia el cielo, como si fuesen las cuerdas de un arpa en la que el viento arranca melodías y susurros.

Es ésta una zona rica en pizarra cuyas formas agrestes, duras y cortantes asoman en la superficie de los caminos. En las zonas altas se pueden contemplar los montes cercanos redondeados y cubiertos de brezo. También en ellos asoma la pizarra en determinadas zonas, formando cordilleras afiladas e incisivas de color grisáceo. Cerca de la cuenca del río abundan las ouriceiras, construcciones circulares utilizadas para guardar las castañas en los propios soutos (o bosques) y protegerlas de la voracidad de animales como jabalíes. En la actualidad sólo parecen servir como almacén de de las hojas secas que por casualidad han ido a caer dentro de sus paredes. 

Es una ruta bonita, con subidas y bajadas que ponen a prueba las piernas y la resistencia de los caminantes. Como siempre, los bastones, los grandes aliados, y el buen humor un arma infalible contra el desaliento. Es  una ruta solitaria. En 20 kilómetros no nos cruzamos con ninguna persona, no pasamos por ninguna casa habitada (tan sólo por un antiguo molino hoy deshabitado con su hórreo de planta cuadrada), no apareció ningún can, y tampoco nos topamos con campos cultivados que revelasen la presencia del hombre. Tan solo en el área recreativa de Cortevella se siente la mano del hombre que incluso ha instalado un ascensor en este lugar. Por inaudito que parezca, en el medio del campo existe un ascensor para salvar un desnivel del terreno. Eso sí, para no desentonar con el paisaje, el ascensor es de un color parduzco Desconozco cuál es el nivel de utilización de esta extravagancia que parece más propia de regímenes gobernados por dictadores caprichosos. Probamos, pero ese día no funcionaba. Casi siento alivio al saberlo!
Ha sido un lujo poder disfrutar de esta ruta tan bonita y bien acondicionada y señalada.En el camino de vuelta comienzo a pensar en la despoblación que vive el campo gallego. Cada vez menos personas viven en zonas rurales y las que lo hacen son, en general, de avanzada edad. Si el éxodo campo ciudad no se detiene en algún momento, pronto zonas enormes estarán completamente deshabitadas. Y en ellas será aún más difícil mantener senderos, acondicionar rutas o disponer de fuentes. Quizás entonces lo más exótico en las caminatas no sea descubrir el vuelo de un buitre, las huellas de un lobo o las flores de una planta extraña. Entonces lo exótico será ver una columna de humo que escapa de una chimenea elevándose hacia el cielo. 








martes, 16 de febrero de 2016

El síndrome de hybris

El pasado fin de semana el tiempo arreciaba duro. Era una apuesta temeraria salir a la calle y, en esas circunstancias, el cine se configura como una magnífica opción. Fui a ver "La gran apuesta" otra película sobre la crisis de 2008 que llevamos sufriendo largo tiempo y que tiene pinta de convertirse en cuasi permanente. Tal vez mi afirmación sea algo exagerada, aunque lo cierto es que sí ha cambiado la forma en cómo concebimos el mundo y las relaciones entre las personas e instituciones. La película comienza con una frase de Mark Twain: "lo que te mete en problemas no es lo que no sabes, sino lo que crees saber". Muy acertada para describir lo que sucedió.

A mí me ha hecho recordar el libro que estoy leyendo y que es recomendación de una persona magnífica, inteligente, trabajadora, sencilla y generosa. El libro se titula "En el poder y en la enfermedad" y en él David Owen, neurólogo y político durante muchos años estudia la relación entre las enfermedades (físicas y psicológicas) de los dirigentes políticos (jefes de estado y de gobierno) y sus actuaciones durante los últimos 100 años. Resulta sorprendente conocer la opacidad con la que en muchos casos se han tratado estas circunstancias que, como bien apunta el autor, tienen enorme trascendencia sobre la vida de los ciudadanos. 

Dedica una parte del libro a explicar el síndrome de hybris (hubris sindrome) esa afección que los legos llamaríamos megalomanía y que los griegos describieron de este modo "un acto de hybirs es aquél en el cual un personaje poderoso, hinchad de desmesurado orgullo y confianza en sí mismo trata a los demás con insolencia y desprecio". Sin duda, ello supone una pérdida de capacidad, de aquellos que alcanzan el éxito y que les hace sentirse excesivamente seguros de sí mismos y despreciar los consejos que van en contra de lo que creen, o en ocasiones, toda clase de consejos, y que empiezan a actuar de un modo que parece desafiar a la realidad en sí misma".

Apunta el autor que los síntomas conductuales que permitirían hablar de hybris crecen en intensidad según aumenta la permanencia de un jefe de Estado o de Gobierno en el poder. Y.. ¿cómo reconocer cuando se dan estos trastornos de la conducta? Owen describe los síntomas que permitirían reconocer esta afección. Entre ellos 
. una inclinación narcisista a ver el mundo como un escenario en el que pueden ejercer su poder y buscar la gloria, en lugar de verlo como un escenario con problemas que requieren soluciones prácticas
. una predisposición a realizar acciones que den una buena imagen de ellos
. una preocupación desproporcionada por la imagen
. una forma mesiánica de hablar
. una tendencia a hablar de sí mismos en tercera  persona o con el mayestático "nosotros"
. pérdida de contacto con la realidad, unida generalmente e un progresivo aislamiento
. exagerada creencia en lo que pueden conseguir personalmente
. excesiva confianza en su propio juicio y desprecio del consejo y la crítica ajenos

y así hasta 14 síntomas que Owen desgrana y explica para pasar luego a ilustrar con ejemplos (de gente tan conocida como Kennedy, Mitterrand, Bush o el Sha de Persia) manifestaciones reales de estas afecciones. Quizá tan interesante como constatar las debilidades de los hombres más poderosos del planeta, sea conocer cómo las personas a su alrededor (familia, médicos, ayudantes, etc) trataron estas situaciones complicadas.

Al leer la lista de síntomas, inmediatamente pensé en otro libro que estoy leyendo, regalo de mi amiga Geetha, y que se titula "The fate of Africa". Es un libro muy bien documentado, que narra la historia de los países de Africa desde la descolonización. En esas tierras y en ese período abundaron dirigentes que cometieron todo tipo de desmanes, crímenes y tropelías imbuidos de la idea de que detentaban un poder cuasi absoluto y sin límites escribiendo páginas muy dolorosas y sonrojantes (sobre todo para los que consistieron y apoyaron tales regímenes) de la historia.

Luego reflexioné. ¡Qué fácil es ver la paja en el ojo ajeno! Tal vez tengamos una muestra del síndrome de hybris mucho más cerca de lo que creemos. Escuchando la radio y leyendo los periódicos estos días, una siente bochorno respecto del comportamiento de algunos líderes políticos. Estos parecen haber olvidado que su principal cometido es gestionar los problemas del pueblo buscando la mejor solución. Y lo curioso es que estas manifestaciones del síndrome de hybris, al menos en el caso español, no parecen necesitar del ejercicio de poder para mostrarse en toda su plenitud. ¡Ay Dios! ¿será que en este campo España también is different?