lunes, 19 de diciembre de 2016

Black Friday y la cuestión de la (des)confianza

Hace años me llevé una sorpresa en el hipermercado. Estaba comprando bolígrafos. Era septiembre y ¡como no! había una "oferta" de vuelta al cole para material escolar. Supuestamente el gran chollo estaba en comprar paquetes de 10 bolígrafos en lugar de adquirirlos por unidades, pares o quintetos. Por curiosidad calculé en cuánto consistía el descuento y, para mi sorpresa, el coste unitario era superior comprando 10 bolígrafos que comprando uno. Sorpresa, incredulidad y algo de rabia se apoderaron de mi al comprobar que la información publicitada con grandes cartelones era errónea. Pensé que alguna persona en el departamento de marketing había errado en los cálculos y, haciendo caso omiso, de la publicidad y la información compré sólo dos bolígrafos.

Tras el episodio me quedó una afición arraigada por calcular el coste unitario de los productos de "packs ahorro" "en promoción" y compararlos con los envases habituales. Recorro las cabeceras de góndola de los hipermercados y comparo precios. Para mi perplejidad, a menudo el coste unitario del supuestamente rebajado "pack" de cinco kilos resulta superior al coste del discreto envase de un kilo escondido en el lineal. Es algo que nunca he podido entender, pues, aparte de tratarse de un producto supuestamente en oferta, intuyo que los costes de embalaje cuando se venden varias unidades conjuntamente deben ser inferiores. O bien en los departamentos de marketing no saben usar la calculadora (cosa poco probable) o bien esto es un truco poco limpio.Y me sonrío cada vez que una de estas cadenas apela a que son nuestra tienda de confianza o a que trabajan por ofrecer siempre el mejor precio (¿para quién?).

Este año me ha intrigado especialmente el Black Friday (o, como diría mi madre, acérrima defensora de la lengua española, el viernes negro). El aumento disparado del consumo que se produjo en España en estos días me hizo sentir como un bicho raro. ¿Cómo puede ser que yo haya sido la única persona que no ha hecho uso de las ventajas de tan generosos descuentos? Claro que, siempre me pareció un poco raro que, justo cuando todos comenzamos a pensar en las compras de Navidad y antes de la época de mayores ventas, las tiendas sean tan generosas de ofrecernos un descuento. Entiendo lo de las rebajas tras Reyes para dar salida al stock que no se ha vendido en temporada, pero lo de ofrecer descuentos, justo antes de la mayor temporada de ventas, siempre me pareció raro.



Y algo raro debe de haber. La OCU ha hecho un estudio haciendo un seguimiento de 1.600 productos en promoción que aparecieron en las webs de 20 tiendas on-line que ofrecían productos con descuento el Black Friday. Hicieron dos comparaciones. Por un lado compararon los precios del 25/11 (el famoso viernes) con los del día 20. Y también compararon los precios del famoso viernes con los del mínimo de cada producto encontrado entre el día 24/10 (un mes antes) y el día del inicio de la promoción (que a veces, incluso se anticipa una semana). Ello permite entender si se trata de una verdadera promoción. Y resulta que... no es tan promoción como creíamos. Entre el día 20 y 25, los precios bajan de media un 1,1% (que se agradece, sin duda). Pero extendiendo la comparación al punto más bajo del mes anterior, el resultado es que los precios, no sólo no bajan, sino que aumentan un 2,2%. ¡Curioso!  El detalle de los resultados recabar por la OCU se encuentra en el siguiente enlace.

Cuando leí la noticia sobre la OCU me acordé de mi compra de bolígrafos en aquel mes de septiembre. Las tiendas insisten en que su objetivo es ganarse la confianza del consumidor, hacerse merecedoras de su credibilidad y servir a sus clientes con lealtad, pero ejemplos como los aquí expuestos no parecen ayudar a conseguir ese objetivo. Quizá la confianza se esté convirtiendo en un concepto manido y hueco. Una palabra que se usa sin pensar en su significado. Un gancho publicitario que se usa a destajo y sin pensar en sus implicaciones. Tal vez, pero no nos olvidemos de lo que nos decían nuestros mayores  "Si uno quiere despertar confianza, debe ser digno de confianza".

jueves, 10 de noviembre de 2016

Internet ¿Ventana abierta al mundo o ventana con rejas que nos separa de él?


Hay una anécdota que permanece en mi memoria con mucho realismo. Hace unos doce años, estaba mostrando a un anciano las ventajas que ofrecía internet y cómo a través de sus buscadores podía uno asomarse a cualquier lugar del mundo. A realidades, lugares e ideas muy diferentes de las propias. Recuerdo que aquel anciano me pidió que buscase información sobre su pueblo. Pensé que era una forma de verificar la calidad de la información ofrecida haciendo un "chequeo" con una realidad que conocía muy bien.  Pero... con los años he pensado bien podía tratarse de otra cuestión, de que realmente lo que le interesaba a este anciano era lo próximo.

Esta anécdota ha vuelto a mi memoria a raíz de las elecciones americanas y la incapacidad de las encuestas para prever el resultado. Y es que, como dijo recientemente la canciller Angela Merkel en Munich, la tecnología de los buscadores está generando mundos mentales cada vez más pequeños. Intentaré explicarme. Los algoritmos que usan las páginas que ofrecen noticias tratan de adaptar la oferta lo más posible a la demanda. Bucean en nuestras búsquedas, amistades, las páginas visitadas y nos ofrecen contenido alineado y acorde con lo que descubren en nuestra vida cibernética. Cuantos más datos tienen, más pueden ajustar la oferta, no ya a las opiniones que damos, sino a nuestro verdadero comportamiento on line. Con ello, más que abrirnos al mundo amplio presente en la red, lo que tenemos es una especie de caja de resonancia de nuestro propio yo. Terminaremos recibiendo solo noticias que se ajusten a nuestros gustos, opiniones, pareceres, ideas... prejuicios. En lugar de asomarnos a la gran plaza común en la que podemos acercarnos a realidades muy diferentes, conversaciones, interpretaciones y estilos de vida distintos, terminaremos viendo sólo réplicas de nuestras propias opiniones. Eso sí, esos clones "mentales" de nosotros mismos pueden venir de lugares muy distantes.  Todo ello puede conllevar  que tengamos una perspectiva muy limitada del mundo que nos rodea y que tendamos a pensar que todo el orbe es así. Terreno éste abonado para movimientos populistas que entrañan no cierto riesgo.

Y algo de esto puede haber pasado con las predicciones respecto a las elecciones americanas. Estudiosos, especialistas y en general las élites intelectuales del mundo fueron incapaces de predecir el triunfo de Trump. Quizás se estaban alimentando de la información que les llegaba filtrada por el tamiz de su propia personalidad y sus gustos y sin tener en cuenta realidades  de personas diferentes. Personas que en muchos casos no tienen a su disposición los altavoces de las redes sociales, los medios de comunicación, las tertulias pero que pagan sus impuestos, tienen opinión (tan válida como la de cualquiera) y votan.

Por eso la canciller Merkel ha pedido a las empresas tecnológicas que mejoren la transparencia sobre la construcción de los algoritmos para que los usuarios seamos conscientes de que la visión que nos ofrecen del mundo que nos rodea es limitada y sesgada.  Si no tenemos en cuenta estos elementos, podemos pensar que nos estamos asomando a una ventana enorme cuando en realidad sólo estamos en un patio diminuto que, además, y por el efecto de  los charcos, nos devuelve una imagen (a veces distorsionada) de nosotros mismos. 

lunes, 3 de octubre de 2016

El gráfico del elefante

Ultimamente parece que los referendum voluntarios están de moda. Y... aún están más de moda los resultados insospechados. Primero el Brexit y ahora el referendum en Colombia, ambos voluntarios, han dejado con los resultados arrojados estupefactos a quienes los convocaron y... a la sociedad en general.

Mucho se ha escrito del Brexit y las causas por las que una buena parte de la población británica ha mostrado su descontento mediante un resultado que nadie esperaba ni quería esperar. Indagando entre las causas, merece la pena prestar atención al llamado Gráfico del Elefante. El gráfico aparición por primera vez en un informe del Banco Mundial en 2012. El gráfico muestra que segmentos de la población mundial vieron subir (y en qué porcentaje) sus ingresos entre 1988 y 2008.

El gráfico debe su nombre a que recuerda a un elefante elevando su trompa y muestra como en el período analizado los percentiles de población con ingresos más bajos vieron aumentar sus ingresos de forma notable. Son personas fundamentalmente de países en vías de desarrollo. Por el contrario las clases medias de los países ricos son los que menos se beneficiaron de la fase más intensa de globalización que ha vivido nuestro planeta hasta la fecha. Esos americanos, europeos y japoneses de clase media-baja han visto decaer su nivel de vida. La globalización no parece haberles traído beneficios en el terreno económico. Su percepción empeora, además porque ven como los habitantes más ricos de sus sociedades, aquéllos en el percentil 85 y superiores, han visto sin embargo como sus ingresos crecían hasta un 60%. Estas clases medias, se han sentido los perdedores de todo este proceso y expresan su  frustración con los medios a su alcance. El resultado del referendum británico bien pudiera ser la expresión de esta frustración.

La globalización, que, según todos los datos ha reducido las desigualdades entre países pero las ha acrecentado dentro de cada país, ha sido beneficiosa para los más pobres del mundo (fundamentalmente habitantes de países en vías de desarrollo) y para los extra ricos (los multimillonarios del famoso 1%). Ahora bien, para buena parte de la clase media de los países desarrollados, la globalización ha traído consigo pérdida de status y de nivel de vida. Por ello no sería extraño ver en el futuro episodios de rechazo a la globalización y lo que ésta conlleva: libertad de movimiento de personas (inmigración), libertad de circulación de mercancías y demás. ¿será que después de todo el camino andado, lo que nos espera ahora es un distanciamiento de la globalización y una vuelta a políticas más proteccionistas y cerradas?  Tal vez, las elecciones americanas nos den alguna pista sobre el asunto.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Uber, ¿aliado del pequeño comercio?

Uber es una de esas empresas que no deja a nadie indiferente. Ha levantado financiación por un importe de 18.000 millones de dólares(y dicen que quieren levantar más aunque no lo necesiten para tener a buen recaudo a los competidores), opera en 425 ciudades y en 72 países. Su facturación en el primer semestre del año se ha estimado en 2.100 millones de dólares y a pesar de que las pérdidas se estiman en 1.300 millones de dólares su valoración ronda los 70.000 millones de dólares. Las cifras marean y también el ritmo de crecimiento de la empresa. 

Uber es una de las empresas que aprovecha la tendencia hacia la economía colaborativa, y, a la vez aumenta el impacto y alcance de ésta.  Para las nuevas generaciones el disfrutar es más importante que el tener. Muchos jóvenes ( y no tan jóvenes) prefieren pagar sólo por lo que usan y no tienen interés alguno en poseer un coche, hasta hace poco un bien útil y también, en muchos casos, un símbolo de status.  Poseer un coche, aparte de conllevar un desembolso económico inicial importante, acarrea otros desembolsos económicos (seguros, reparaciones) y tareas que para algunos pueden resultar engorrosas (buscar un lugar donde aparcarlo, temor a que sea deteriorado o robado, etc.). Buena parte del éxito de Uber se debe a esta tendencia hacia la economía colaborativa. A ello se unen la facilidad de pago (no es necesario llevar dinero o tarjetas de crédito encima, sólo el móvil), la abundancia de vehículos, y los precios bajos.

Los bajos precios (a pesar de que pueden contrariar a los conductores de Uber) son muy agradecidos por los usuarios. De hecho, según estimaciones de Deutsche Bank, en las 20 ciudades metropolitanas más importantes de América, el coste por kilómetro de usar Uber es inferior al de usar el propio vehículo.

Y... hablando de tendencias. En los últimos años en algunas ciudades de España hemos visto como la proliferación de grandes superficies ha dejado los centros de las ciudades despoblados y sus locales comerciales vacíos. La gente prefiere acudir a hacer sus compras y a disfrutar de su ocio (muchos centros  incluyen cines, restaurantes y otros lugares de hostelería) a los centros comerciales de la periferia. La dificultad y carestía de encontrar aparcamiento en el centro de las ciudades (mientras que en los centros comerciales imperan los parkings gratuitos) es la razón aducida en muchos casos. Esta tendencia, no obstante, comienza a revertir en algunos países de Europa.  Uber y otras empresas similares podrían ayudar a que los centros de las ciudades volviesen a llenarse. Si resulta fácil y barato encontrar un transporte que nos lleve al punto exacto que
queremos y, si el aparcamiento deja de ser una preocupación,  los consumidores  pueden volver a encontrar atractivo hacer sus compras y disfrutar de su ocio en las calles céntricas y en los pequeños comercios que las pueblan. Mientras que  los fabricantes de automóviles (aparte de los taxistas) pueden ser los grandes perjudicados (si más gente entiende que no le compensa poseer un coche sino alquilar los servicios que  precisa, se venderán menos automóviles) por Uber, los pequeños comerciantes que con sus tiendas dan variedad, colorido, sabor y un ambiente único y distinto al centro de cada ciudad, pueden tener en  ésta y otras empresas del transporte colaborativo un aliado que facilite el acercamiento de los consumidores a sus locales. Quien sabe. De todos modos, al ritmo que va la compañía, en breve tendremos respuesta.

viernes, 10 de junio de 2016

La orografía y el carácter: Galitzia y Galicia

Siempre me ha fascinado intentar entender cómo distintas circunstancia condicionan el carácter de las personas. Las experiencias vitales, las personas que nos rodean (especialmente en nuestros primeros años) y la forma en cómo nos perciben moldean nuestro carácter. También el paisaje tiene su importancia. Se dice que el cerco que imponen las montañas en los valles de Galicia configura una personalidad diferente a la que tienen las personas de la Meseta habituadas a horizontes despejados, amplios y donde el horizonte parece no tener fin. Recientemente estuve en Centroeuropea, concretamente en Polonia que tiene una región llamada Galitzia.  Galitzia es verde y tiene árboles como Galicia, pero en la orografía es muy distinta. Allí el paisaje es plano, horizontal, verde y ordenado. Y… esto quizá pueda explicar ciertos rasgos de la personalidad colectiva. Polonia es un país llano, fértil y próspero, denominado el granero de Europa. Objeto de deseo como proveedor de materias primas y alimentos para distintas potencias, ha sido invadido en diversas ocasiones. Los polacos dicen que las planicies y las llanuras favorecen las invasiones y eso les hecho les ha hecho forjar un carácter en el que a veces aflora cierto desvalimiento y reserva.  Parece que, incluso en tiempos modernos, el recuerdo de la amenaza de invasión sigue presente.

Y… puede que el paisaje no sólo influya en el carácter sino también en los gustos. Uno de mis grandes entretenimientos es observar la geografía (natural y humana) desde los aviones. Lo confieso, estoy acostumbrada a las colinas, valles, subidas, bajadas, y paisajes sinuosos y caprichosos de Galicia. Me encantan estas disposiciones desordenadas en las que el hombre adapta su hábitat a las posibilidades que el paisaje le ofrece. El conjunto me parece armonioso en su desorden, rico en su variedad, e imaginativo en sus caprichosas formas. Por eso me resultan más aburridos los paisajes urbanos que rodean muchas ciudades europeas en las que la facilidad de un terreno llano permite disponer edificios con líneas y formas geométricas absolutamente perfectas. Supongo que es cuestión de hábito, pero me quedo con las formas irregulares, caprichosas, donde no siempre se adivina cómo se va a disponer la próxima colina o la próxima pared. Será por la misma razón por la que me atraen más las personas con las que siempre existe capacidad de sorpresa y con las que uno no siempre adivina el su próxima salida.








domingo, 22 de mayo de 2016

Las joyas de Turín: museos y chocolate

Entre las joyas de Turín está el museo Egipcio, el segundo más importante del mundo y en la actualidad ( debido a los problemas de seguridad) el más visitado. El lugar sorprende por la  cantidad de momias, tumbas, esculturas y objetos funerarios allí guardados. Toda clase de objetos que se estimaban necesarios en el más allá (desde pelucas, a ropa interior, calzado, joyas, por supuesto) se encuentran perfectamente conservados. Llaman la atención las momias de animales, lejos de ser siniestras, con sus formas redondeadas y sus ojos pintados, parecen salidos de una película de dibujos animados. El guía explica con detalle el por qué de todas las esculturas y su significado. También nos cuenta la historia escrita en un papiro acerca de la primera huelga de la humanidad protagonizada por los artesanos que construían las tumbas del Valle de los Reyes. Historia fascinante, cuyo final no sabemos a ciencia cierta ( esa parte del papiro se ha perdido) aunque intuimos que los trabajadores tuvieron éxito y, tras dos meses de huelga, pudieron cobrar los salarios que se les debían. 

Al lado de esta joya de colección, algunas otras que podrían pasar desapercibidas, como restaurantes escondidos en enormes palazzos. Desde la calle se accede a través de una grandiosa puerta de madera que conduce a patios muy espaciosos y llenos de vegetación. En el primer piso de uno de estos caserones está el restaurante del Circole dei Leitorie ( el círculo de lectores, la empresa de venta por catálogo). Cuesta encontrar el comedor, una estancia amable, escondida y con las paredes repletas de los cuadros con los que los artistas en apuros pagaban sus cuentas.

Y.., para una amante del chocolate como yo, Turín es el paraíso. Disfruto a conciencia una taza de chocolate negro y la torta especial de la casa ( tres chocolates, por si había duda) en la terraza del cafe Biccerin a la sombra de un campanile airoso de ladrillo y una iglesia barroca. La calle está animadísima el viernes.  Una pena que las nubes no permitan apreciar la majestad de los Alpes nevados que a lo lejos vigilan la llanura por la que el Po discurre tranquilo y señorial.

El Café San Carlos en Turín

En esta vida siempre es bueno tener expectativas modestas. La realidad suele compensar. Turin ha vuelto a confirmarlo. Pensaba en una ciudad industrial con pocos atractivos que ofrecer. En mi mente estaba ligada a la FIAT, la Juventus ( una no vive en una burbuja), los documentales de la Sabana Santa y, ... los bombones Ferrero Rocher. 



Por eso la ciudad me sorprendió enormemente. Fue capital de Italia ( la primera), cuna de los Saboya y eso se nota en sus ademanes y trazas señoriales. Amplias avenidas con soportales de unos cuatro metros de ancho con un enlosado de enormes piedras planas y relucientes por el uso.  Calles de trazado rectilíneo, plazas espaciosas y edificios majestuosos. Escondidos en estos soportales elegantes cafés que en muchos casos  conservan la decoración y ambiente de finales del siglo XIX. 

Uno de los más famosos es el Cafe san Carlo, en la espaciosísima cuadrangular plaza del mismo nombre. Como soy madrugadora, me sobra algo de tiempo antes de empezar mis reuniones y entro en el café. Inicialmente estoy sola y tomo posesión, bajo la perezosa mirada de los camareros de esta maravilla decimonónica. Es de planta cuadrada, con barra al frente, sofás granates en dos de sus cuatro paredes,   veladores de mármol verde y pie dorado. El suelo es de mármol y forma distintas figuras. En las paredes sobresalen columnas planas de fuste estriado y capitel corintio y frisos con decoración pompeyana. Espejos dorados, algunos muy recargados en un mar de  profusión decorativa que, a mí en este caso me parece armonioso.

Una gran araña de cristal de murano blanco cuelga del techo. Es tan enorme que agradezco que la sillas estén dispuestas junto a las paredes y no en el centro de la sala. Me siento en un sofá y soy la única. Los italianos entran toman un café en la barra grande, pagan en la barra pequeña y se van. Acompaña mi capuchino un chocolate con sabor a avellana, típico de aquí y un vaso diminuto de agua mineral con gas, seña de la casa.
La plaza está vacía y el café también. 2/3 clientes a lo sumo. Pero los tés camareros impecables con sus pajaritas parecen siempre ocupados. Puedo asegurar que el look hipster ha llegado también a los camareros italianos.