No crean que mi falta de generación de contenidos en el blog estos días se debe a que me haya entrado un pánico atroz a la complicada ley Sinde (cosa que a lo mejor sería sensato que sucediese). No, es más prosaico. He estado bastante ocupada en los últimos días y con algún viaje, lo cual me ha hecho más difícil acercarme a ustedes.
Entre las coasa que he leído estos días, destaco las 11 tendencias que para 2011 apunta Marian Salzman. Esta experta en tendencias preside Euro RSCG Worldwide. Pueden echar un ojo a las tendencias en el enlace adjunto. Algunas que me han hecho meditar, como la creciente furia de los consumidores, la dependencia (en algunos casos enfermiza) de las tecnologías, la hipersensibilidad de las nuevas generaciones o la necesidad de reinvención que tenemos que afrontar todos.
Creo que la misma autora (pero no estoy segura 100%) escribía hace poco de la necesidad de que len el nuevo panorama os dirigentes del mundo occidental dominasen las lenguas (y no sólo las tradicionales), ya que en el contexto internacional y su equilibrio de fuerzas tendrán cada vez más peso las economías emergentes. Y claro, una exigencia sine qua non de los dirigentes es una sensibilidad hacia esa nueva realidad. Y una forma de demostrarla es entendiendo la lengua.
Les decía que estos días he estado ocupada y algo errante. Entre las cosas que me he llevado en mi deambular está mi e-book (me estaré volviendo dependiene de los cacharros electrónicos?). He terminado uno de los libros que tenía cargado en él. "Un día de cólera" de Arturo Pérez Reverte. Y... no sé cómo he enlazado las reflexiones de la Sra Salzman con el libro. No me pregunten si es una obra maestra o sólo un libro más. No lo sé. Lo que sí sé es que describe de forma aséptica pero impactante las atrocidades sufridas por el pueblo de Madrid (y también, aunque en menor medida, por los militares) durante los levantamientos de mayo de 2008. Cientos y cientos de muertes de personas víctimas en algunos casos de su patriotismo, en otras de los desmanes que, por lo general, acompañan a un conflicto bélico, en otras de delaciones de vecinos envidiosos, en muchas, del abandono y la cobardía de las autoridades, y también de la mala suerte. Cientos o miles de vidas truncadas. Vidas que no son meros números, que tienen (como siempre sucede) una historia detrás, personas que les quieren, familiares que dependen de ellos. Un horror. El libro más que narrar la historia, describe cómo sufren ( y mueren) los protagonistas anónimos de este levantamiento: panaderos, aguadores, jardineros, criados, amas de casa, sastres, labradores, joyeros, etc. Las que, en un conflicto moderno, algunos llamarían víctimas colaterales.
A veces la descripción (que en modo alguno busca el dramatismo por el dramatismo) y la enumeración de desgracias se vuelven agobiantes. La realidad de su crudeza me ha hecho tener que interrumpir la lectura en varias ocasiones y me ha hecho pensar en otros conflictos que en nuestro mundo actual siguen azotando a poblaciones enteras con especial incidencia en los civiles. No sé lo que pensará la Sra. Salzman, pero creo que este libro debería ser de lectura obligatoria para cualquier dirigente político. Tal vez así se lo pensarían dos veces antes de embarcar a sus naciones en conflictos y guerras que, nunca sé si han servido para resolver problemas, pero que sí siempre han multiplicado el dolor, la pena, el sufrimiento y la amargura de forma muy importante.
Y... ya que estamos en época pre-electoral (¿alguien puede decirme de un momento en el que no lo estemos?) no estaría de más que hiciesen llegar algún ejemplar del libro a los "candidatables".
Que tengan una buena (y pacífica) tarde de domingo.