Hay una anécdota que permanece en mi memoria
con mucho realismo. Hace unos doce años, estaba mostrando a un anciano las
ventajas que ofrecía internet y cómo a través de sus buscadores podía uno
asomarse a cualquier lugar del mundo. A realidades, lugares e ideas muy
diferentes de las propias. Recuerdo que aquel anciano me pidió que buscase
información sobre su pueblo. Pensé que era una forma de verificar la calidad de
la información ofrecida haciendo un "chequeo" con una realidad que
conocía muy bien. Pero... con los años
he pensado bien podía tratarse de otra cuestión, de que realmente lo que le
interesaba a este anciano era lo próximo.
Esta anécdota ha vuelto a mi memoria a raíz de
las elecciones americanas y la incapacidad de las encuestas para prever el
resultado. Y es que, como dijo recientemente la canciller Angela Merkel en
Munich, la tecnología de los buscadores está generando mundos mentales cada vez
más pequeños. Intentaré explicarme. Los algoritmos que usan las páginas que
ofrecen noticias tratan de adaptar la oferta lo más posible a la demanda.
Bucean en nuestras búsquedas, amistades, las páginas visitadas y nos ofrecen
contenido alineado y acorde con lo que descubren en nuestra vida cibernética. Cuantos
más datos tienen, más pueden ajustar la oferta, no ya a las opiniones que
damos, sino a nuestro verdadero comportamiento on line. Con ello, más que
abrirnos al mundo amplio presente en la red, lo que tenemos es una especie de
caja de resonancia de nuestro propio yo. Terminaremos recibiendo solo noticias
que se ajusten a nuestros gustos, opiniones, pareceres, ideas... prejuicios. En
lugar de asomarnos a la gran plaza común en la que podemos acercarnos a
realidades muy diferentes, conversaciones, interpretaciones y estilos de vida
distintos, terminaremos viendo sólo réplicas de nuestras propias opiniones. Eso
sí, esos clones "mentales" de nosotros mismos pueden venir de lugares
muy distantes. Todo ello puede
conllevar que tengamos una perspectiva
muy limitada del mundo que nos rodea y que tendamos a pensar que todo el orbe
es así. Terreno éste abonado para movimientos populistas que entrañan no cierto
riesgo.
Y algo de esto puede haber pasado con las
predicciones respecto a las elecciones americanas. Estudiosos, especialistas y
en general las élites intelectuales del mundo fueron incapaces de predecir el
triunfo de Trump. Quizás se estaban alimentando de la información que les
llegaba filtrada por el tamiz de su propia personalidad y sus gustos y sin
tener en cuenta realidades de personas
diferentes. Personas que en muchos casos no tienen a su disposición los
altavoces de las redes sociales, los medios de comunicación, las tertulias pero
que pagan sus impuestos, tienen opinión (tan válida como la de cualquiera) y
votan.
Por eso la canciller Merkel ha pedido a las
empresas tecnológicas que mejoren la transparencia sobre la construcción de los
algoritmos para que los usuarios seamos conscientes de que la visión que nos
ofrecen del mundo que nos rodea es limitada y sesgada. Si no tenemos en cuenta estos elementos,
podemos pensar que nos estamos asomando a una ventana enorme cuando en realidad
sólo estamos en un patio diminuto que, además, y por el efecto de los charcos, nos devuelve una imagen (a veces
distorsionada) de nosotros mismos.