2009 ha sido un pésimo año para la economía mundial. De hecho, el comercio mundial se contrajo más de un 12%. Eso es una muy mala noticia que perjudica fundamentalmente a los países pobres y que supone un parón para todas las economías que, en mayor o menor medida, vivimos de comerciar con nuestros vecinos.
Pero, en este panorama desolador, surge una excepción. El comercio de armas ha crecido un 22% en los últimos 5 años. Sí, sí, lo han oído bien, un 22%. Armas que causan cada día muertes y que Intermon Oxfam estima en 2,1 millones en los últimos 3 años, el 90% civiles. Es escalofriante. Y... en esta época de férreos controles (tanto que hasta el secreto bancario suizo ha sucumbido) ello pueda suceder sin el conocimiento de los países. De hecho los principales exportadores son EE.UU., Rusia y Alemania. Paradójico que los países que tienen contribuciones más altas (como es el caso de EE.UU.) en los organismos de paz internacionales, sean también los que más se lucran del negocio armamentístico. Vamos, que parece que lo que los cascos azules arreglan por la tarde es consecuencia de los negocios emprendidos por la mañana. Los importadores, América del Sur, Norte de Africa y sudeste asiático. Se unen en muchos casos una locura armamentística (Malasia ha elevado su presupuesto de armas un 700%), unos gobiernos corruptos, niveles bajos de educación y elevada pobreza. Un cóctel explosivo (tristemente nunca mejor dicho) que, si no atajamos, seguirá segando muchas vidas, fundamentalmente en los países que ya tienen circunstancias muy duras.
Y.... me pregunto yo ¿no hay nada que podamos hacer? ¿No podemos exigir a los gobiernos de los países vendedores mayores controles? ¿Por qué seguimos tolerando este despropósito de que la paz que intentamos dar con una mano la robemos con la otra?
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