Siempre me han gustado las ventanas. Aportan luz, aire fresco, vida. Me gustan las habitaciones con grandes ventanales desde los que asomarme a la vida. Y me gusta ( tengo que confesarlo tengo alma de voyeur) cuando camino por las noches imaginar las vidas que hay detrás de las luces encendidas. Pero si hay un sitio donde me
gustan especialmente las ventanas es en los aviones. Me entretengo viendo las cordilleras de montañas, los cauces de los ríos, y, en paisajes tan inmensos y llanos como los que se atraviesan al cruzar EE.UU., me divierte especialmente ver las tormentas que a menudo se divisan lejos, muy lejos en esta tierra sin horizonte.
Por eso hoy en el avión que me lleva de Los Ángeles a WDC pedí enseguida cambiarme a una ventana que me permitiese divertirme un rato. El paisaje es en su mayor parte de color ocre parduzco, como un patchwork de colores otoñales formado por rectángulos y cuadrados de tierra. De cuando en cuando se adivina una ciudad por la concentración de edificaciones a lo largo de calles rectas que forman cuadrícula. Esto parece el reino de la geometría visto desde el aire. Me viene a la cabeza la frase de ese escritor gallego de cuyo nombre no logro acordarme ni con ayuda de google, que decía que A Terra Cha es en Lugo el triunfo de la geometría. Bueno, entonces esto es el imperio. Detrás de nosotros, lejos, muy lejos, el horizonte marca su límite con la tierra con franjas paralelas de tonos rojos naranjas, amarillos, verdes y azules. Todo el círculo cromático.


Durante estas semanas he tenido que viajar mucho y casi siempre sola. Suerte que en prácticamente en todas las ciudades que he visitado tengo conocidos, que aparte de acompañarme y hacerme la estancia más agradable, me han ilustrado sobre distintos aspectos ( estilo de vida, economia, religión, sanidad, cuestiones sociales) de las ciudades donde viven. Una ventana estupenda, que nunca desaprovechó. Pero, como digo he estado mucho tiempo sola lo cual da tiempo a la reflexión. Tras tantas conversaciones surgen preguntas. ¿ cómo logramos que esta nueva sociedad haga que la vida sea mejor para todos y no sólo unos pocos.? Cierto que cada nuevo avance tecnológico crea una nueva división entre los que disponen de él y los que no, pero ... ¿ algo deberíamos haber aprendido en todos estos siglos? ¿No? Especialmente cuando se dice que la revolución digital y la crowdeconomy son más inclusivos y democráticos. Relacionado con lo anterior ¿ cómo mantenemos el balance entre privacidad y facilidad de uso? ¿Es la privacidad, tal y como la entendíamos hasta ahora un concepto muerto? ¿ son conscientes google y demás grandes pioneros de internet de la responsabilidad que tienen ya que por su posición mayoritaria en el mercado están configurando toda una sociedad? ¿ cómo vamos a preparar a la gente para poder tener nuevos trabajos ya que muchos de los actuales desaparecerán? ¿existen límites técnicos a lo que las tecnologías de procesamiento del lenguaje, realidad aumentada e inteligencia artificial pueden hacer? Mejor que los haya porque si no existen límites técnicos alguien lo hará, y, tal vez en el futuro cambie de opinión, pero de momento, prefiero que el ser humano sea humano, y que sea la especie que tenga un rol central en el mundo. No me gustaría ver a máquinas, muy listas, inteligentes, capaces....tomando el control.
Y estar sola también brinda la oportunidad de asomarse a la ventana del interior de uno mismo. La ventana probablemente más desconocida ( los cuadrantes de Johari vienen a mi mente en este momento) a pesar de que esta siempre con nosotros. Es bueno de vez en cuando asomarse a ella. Una descubre cosas que habían pardo desapercibidas o encuentra otras que había olvidado. También ve espacios vacíos, huecos, algunos que se podrán llenar en el futuro (¿quién sabe?) y otros que con toda seguridad seguirán vacíos. Esta bien tener tiempo también para esta ventana que, a veces debido al poco uso, se vuelve difícil de abrir.
Tanto tiempo he pasado entretenida con estas ventanas y balcones que casi no he tenido tiempo para otros lugares desde los que me gusta asomarme al mundo, los museos. Mis amigos no se van a creer que en seis semanas de viaje ¡solo haya estado en cuatro museos!
Se ha hecho ya de noche completa. Se ven luces rojas y blancas que surcan el cielo a toda velocidad pero, por muy futurista que me haya vuelto yo, no son marcianos, solo aviones cargados de gente durmiendo, charlando, leyendo reflexionando o escribiendo como yo.
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