lunes, 5 de octubre de 2015

 Los viajes suelen poner a prueba nuestra resistencia. Ayer hice un viaje largo. Prefiero no contar las horas que he estado en tránsito y, en cierto modo, agradezco que el cambio de una franja horaria a otra haga los cálculos más difíciles. 

El jet lag me hace madrugar mas de lo que me gustaría. Hago buena la frase de Benjamín Franlklin ( el mas respetado ciudadano de Philadelphia, quien, por cierto, según me informan hoy, nació en Boston, como los de Bilbao, que nacen donde quieren) que aparece por doquier en el hotel " Early to bed and early to rise makes a man healthy, wealthy and wise " algo así como "acostarse y levantarse pronto hace al hombre, saludable, rico y sabio" Vamos, con todos mis respetos para el venerable Franklin, una versión más sofisticada del " a quien madruga Dios le ayuda". 


Mi gran objetivo para la mañana fría, muy fría, del domingo es encontrar un café de verdad. Camino por las calles desangeladas del centro de Philadelphia en compañía de homeless, vagabundos y algún que otro turista despistado, siempre bajo la amable sonrisa del Papa Francisco que saluda desde los carteles que pueblan toda la calle.  Ha estado aquí en fechas cercanas y las farolas están llenas de carteles en los que, con su sonrisa nos deja fragmentos de su pensamiento. Así el papa nos recuerda que todos tenemos la obligación de hacer el bien (" we all have the duty to do good" . De todas, me quedo con la recomendación/deseo/ánimo de que tengamos el coraje suficiente para ser realmente felices "Have the courage to be truly happy". También esto me recuerda a la frase de mi amiga Catarina que dice que "empenharse en ser felices da muito trabalho". También con todo mi respeto y mi cariño al Papa Francisco I. 




Tras más de 3.000 pasos y frente a una enorme bandera que ondea a media asta ( recuerdo de la última, enésima e inútil matanza en un centro educativo) veo un cartel que me ilumina el rostro. Dice  " torrefaction".  No sabía que esta palabra existía en Inglés, pero su significado es inequívoco!  Entro, en parte para refugiarme del viento helado ( ¿donde estará mi gorro de piel?) pero, sobre todo, con la esperanza de encontrar un café de verdad que me saque de este estado de semi letargo.  Informo al informal empleado de mis exigencias y....he de reconocer que su capuchino tiene pinta de devolverme a mi estado de actividad habitual.




Entre la cafeína y la música country que a estas horas ya anima el lugar, estoy ya preparada para la obligada visita al distrito histórico y los monumentos conmemorativos de la Independencia. Siempre admiro el respeto y orgullo que exhiben los americanos ante los símbolos y lugares históricos de la nación. (Uy! ¡Que alguno puede creer que estoy escribiendo en clave de política nacional! ¡Y no!). Tras adquirir las entradas me sumo a uno de los grupos en los que explican los días del "caliente" verano de 1776 y los trabajos de Jefferson, Washington, Franklin y demás representantes de las colonias durante en un proceso que comenzó inicialmente por la falta de representatividad en el Parlamento que decidía sus impuestos, terminó en una declaración de independencia. ( ¿en qué estaré yo pensando?) Sorprende la austeridad de las salas de reuniones y que ya entonces separasen ejecutivo, legislativo y judicial. Todo el conjunto de los edificios "independentistas" con sus ladrillos rojos y sus ventanas y puertas blancas contrasta con los altísimos edificios de estilo art nouveau construidos en la zona siglos más tarde.  Es curioso el contraste. Los edificios de ladrillos tienen un aire festivo, casual, alegre (cuando albergaron acontecimientos de consecuencias muy solemnes) mientras que los nuevos rascacielos tienen un aire austero, severo, serio y..... muchos de ellos fueron construidos para albergar grandes almacenes, y tiendas (los templos del ocio para muchas personas).


Tras Independence Hall,  continuo el recorrido patriótico con la visita a la tumba del soldado desconocido. Una inscripción recuerda que la libertad es una luz por la que muchos han muerto en tinieblas. Tan cierto y tan penoso que siga siendo así. El jardín está vacío y sólo las ardillas corretean por allí. Y... por supuesto, algún turista oriental armado con el consabido palo de los selfies.¡Qué plaga! 


Desde luego, la tarde/mañana ( me cuesta acostumbrarme a que las 12:30 de la mañana sean aqui ya afternoon!) no anima a pasear y vuelvo caminando al hotel . Evito las calles principales y me adentro por callejas en las que desembocan callejones en los que las trasteras de tiendas y restaurantes dejan ver su parte menos noble. Me gusta siempre echar un ojo a estas partes de las ciudades en las que una tiene la sensación de que su mirada está menos dirigida, ya que nadie se preocupa mucho del aspecto que muestran. Tienen estas calles un aire triste, gris, pero auténtico. Cerca del hotel el Theater District y las tiendas abiertas hacen que la zona resulte más bulliciosa, animada e incluso bonita que esta mañana. Pongo música del Boss y mientras suena "Streets of Philadelphia" camino cerca del edificio más representativo de la ciudad, el Ayuntamiento, con William Penn haciendo equilibrios en la cumbre para lograr que ése sea el edificio más alto del mundo....




.... al menos durante siete años (1901 a 1908). Se acabó el paseo por hoy. Aunque es domingo, ahora toca trabajar.

Hasta pronto!






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