domingo, 11 de octubre de 2015

El bellotazo

Estos días en Washington han sido muy intensos. He tenido reuniones con profesores de Universidad, con organizaciones sin ánimo de lucro, con instituciones multilaterales.... Es una sensación rara cruzar la calle para pasar del Fondo Monetario Internacional al Banco Mundial. He acumulado unos cuantos pases y los simpáticos vigilantes que guardan las entradas de los edificios oficiales, ya me saludan. Parece que mi ropa colorida les llama la atención en medio de tanto traje gris y serio. He de decir que en algunos casos me dieron una visión de España y Europa un tanto preocupante, pero, no me apetece contarles esas cosas tan negativas hoy!














También ha habido tiempo para caminar y recorrer las avenidas, la zona de la Casa Blanca, el Mall y los distintos edificios monumentales que jalonan la capital del estado más poderoso del mundo y que parecen diseñados, exactamente para eso, para mostrar poderío, fortaleza y solidez. También tiempo para compartir con mis compañeras fellows y el peer coaching que me resulta tan interesante, útil y práctico. Por supuesto, también tiempo para ver a los amigos de toda la vida. Esos a los que hace años que no ves y con los que la conversación fluye como si hubieses hablado ayer con ellos.¡ Es una sensación magnífica!

 Cada vez planifico menos mi tiempo libre. Eso me proporciona a veces agradables sorpresas. Otras en cambio, supone pequeños contratiempos. Hoy mi amiga Mercedes y yo paseamos por el Mall que lucía espléndido en la mañana soleada del sábado. Nos acercamos al último de los Memorials, el de Martin Lugher King. Como suele ser habitual, turistas y muchos, muchos veteranos, rendían homenaje a los héroes nacionales. ¡Como admiro ese sentimiento de respeto y orgullo que muestran los americanos hacia los símbolos de la patria y quienes los han encarnado en algún momento! Claro está que esto es América y el negocio no se puede descuidar. La tienda de regalos de la Casa Blanca es una especie de Disneylandia de la política. Pero, hasta eso me hace gracia. No tengo ni idea de si existe una tienda de regalos del Palacio de la Moncloa y, mucho menos, qué clase de recuerdos venden allí. Me apuesto algo a que no encontraremos calcetines con la efigie de los presidentes... o tal vez sí ¿quién sabe?



Eso de no planificar tiene sus consecuencias. Pensaba pasar una tarde entretenida en dos de mis museos preferidos: el Museo del Espacio y la National Gallery. Pero... el tráfico estaba horrible, había un gentío de lo más variopinto y no nos dejaron pasar. Infelices de nosotras, no estábamos enteradas de que miles de personas se habían congregado en el National Mall para conmemorar el 20 aniversario de la One million Man March. En consecuencia, imposible acceder al Mall y adiós a mi tarde de museos.Aunque simplemente mirar al gentío allí concentrado tambien tiene su atractivo.  Bueno, siempre hay un plan B. Vayamos a Arlington! Peor aún. Siempre nos queda Georgetown. Caminar a lo largo del canal planeado para ir desde Ohio al Mississipi (y cuyo auge se vio interrumpido por la llegada del ferrocarril) es siempre agradable.




Y... se preguntarán por el título del post. Tiene una explicación. El tiempo estos días ha sido inusualmente caluroso para estas épocas del año. No obstante ayer cuando caminaba de vuelta al hote se desató una fuerte tormenta. El viento comenzó a arreciar y al agitar las ramas de los árboles, me vi bajo una lluvia tremenda de agresivas bellotas. No sé si en las dehesas extremeñas sucede algo parecido,(en las carballeiras y soutos de mi querida Galicia nunca me ha sucedido una cosa así)  pero lo cierto es que las "acorns" (que así se llaman) caían con fuerza, en abundancia (ahora entiendo por qué hay tantas ardillas aquí) y  hacían daño. Ciertamente, cuando una viene a WDC piensa en que pueden existir ciertos peligros, algunos caídos del cielo, pero nunca en que vengan en forma de bellotazos! El viento dio paso a una lluvia persistente y pertinaz. Mi pelo chorreando, mi ropa empapada y mis zapatos haciendo chof-chof. Solución, guarecerse en un supermercado. Resultó ser el supermercado más poblado del mundo y ....¡la cola comenzaba en la entrada!

Los 45 minutos que pasé en la cola del supermercado me sirvieron para pensar. Pensar en lo afortunada que soy de tener alrededor a gente inteligente y, sobre todo a amigos. Amigos de esos que dicen la verdad, aunque duela, amigos que forman el kitchen cabinet. Pensar en cuanto poder acumulan determinadas personas que con sus decisiones impactan en millones de vidas. Pensar en la energía de muchas personas que tratan de buscar nuevas ideas para mejorar la existencia de los demás. Pensar en los contrastes de este país, por un lado superindividualista, pero por otro, con gente dispuesta a ayudarte en la calle, o simplemente cuando miras con cara de despiste una estantería en el supermercado. Pensar en lo bien que funciona el "melting pot". Llevo una semana aquí y no he probado una hamburguesa. Comida vietnamita, francesa, india, etíope, japonesa... y... ¡pensar en lo actuales que resuenan las palabras de Martin Luther King en este mundo tan global!










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