lunes, 26 de octubre de 2015

Asleep in Seattle


Acabo de regresar de Seattle, una ciudad de la que no esperaba mucho y, que, como sucede a menudo me ha causado una buena impresión. Esperaba lluvia y no hubo. Esperaba tiempo gris, y tuve sol. Esperaba soledad y
me reencontré con amigos que estuvieron pendientes de mi haciéndome sentir en casa.Esperaba tonos aburridos y encontré color en el jardín de cristal, en el auditorio, en las esculturas en la calle y en la magnífica biblioteca de Rem Koolhas. Esperaba una ciudad anodina y encontré edificios dignos de mención, como el Space Needle y todos los que le acompañan en el parque o en el campus de la Fundación Gates. Esperaba simplemente alimentarme y no comer, y realmente estuve en tres restaurantes magníficos. 

Otras cosas si las esperaba, como el dinamismo y la modernidad de la Fundación Bill y Melinda Gates. También aquí hubo lugar para la sorpresa cuando repetidamente sus responsables de programas me comentaron que necesitan alianzas que ellos no pueden actuar solos. ¡Increíble manifestación viniendo de la mayor fundación del mundo con más de 40.000 millones de dólares de patrimonio! Y realmente durante uno de los eventos en la
Fundación para celebrar la erradicación de la polio en África, pues tras ser eliminada de Nigeria, solo quedan dos países en el mundo con la enfermedad (Afganisgan y Pakistán) pude comprobar cómo se cedía el protagonismo a otras organizaciones. Pensé en todos los esfuerzos que han hecho distintas personas para erradicar enfermedades  llevando vacunas en burro, a pie o en moto a lugares insospechados. Pensé en la felicidad que sienten padres en lugares muy alejados del mundo al ver que con la vacuna sus hijos pueden librarse de tal enfermedad. También en el dilema que presentan aquellos padres que no quieren vacunar a sus hijos por cuestiones morales. De hecho, el estado de Washington es la zona de EE.UU. donde hay más personas contrarias a la vacuna. Ironías del destino!

¡También esperaba ver a gente muy moderna y tecnológica y, no quede defraudada. Si ya era la reina del hotspot, ahora soy la reina de Uber!

Lo reconozco, no había hecho los deberes y por eso la impresión ha sido tan buena. Claro que el crecimiento de grandes empresas que tienen aquí su sede como Amazon, Microsoft o Starbucks ha generado una prosperidad tremenda que se nota en todas partes (Máximo esta semana en la que las acciones de las compañías tecnológicas han subido de forma importante). El paisaje que rodea a la ciudad es espectacular y desde lo alto del Space Neeedle se ve el
olcán Mount Rainier (nombre descriptivo por si solo) y los fiordos y lagos que se arremolinan alrededor del puerto. Tanta agua puede confundir un poco. De hecho, un día paseando y metida en mis pensamientos, me desorienté y  me acordé de los turistas despistados que caminan por La Coruña y que se preguntan dónde esta el mar. Paré a una persona por la calle para que me ayudase. Era media tarde y la respuesta fue de lo más clara. ¿El mar? Al oeste, siempre al oeste. ¡Como en Galicia!, pensé. 

Y las similitudes no acaban ahí. Hay muy buen pescado y marisco ( cada vez más pulpo según me dicen mis amigos) y la temperatura se parece. Lo que no es como en Galicia son los horarios. Se come muy temprano ( 11:45 algún día) y se cena muy pronto, lo cual no me disgusta en absoluto. También difiere de mi tierra en las horas de sol. En Galicia nos quejamos de las nubes, la niebla, etc.  pero en Seattle mucha gente tiene que tomar complementos de Vitamina D por el poco sol que reciben.

Y... lo mejor de todo, pude descansar divinamente. Las camas del hotel eran realmente cómodas. Ironías del destino identificaba la ciudad con la película "Sleepless in Seattle" (que en España tradujeron por "Algo para recordar") y yo realmente allí dormí a pierna suelta. 

Ciao Seattle.

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