jueves, 27 de mayo de 2010

El euro, ¿de premio a castigo?

Las actuales trubulencias económicas en la Unión Monetaria están suponiendo duros ajustes para sus miembros. Ante una situación de dificultad como ésta, en el pasado se podía (y varios países lo hicieron) devaluar la moneda. Cuando se entra en una Unión monetaria, esta opción desaparece y hay que optar por lo que algunos llaman "devaluación interna" rebajando salarios y precios para recuperar la competitividad.


De hecho los países del Este de Europa que han mantenido sus monedas "pegadas" al euro han sufrido enormemente: Latvia, Estonia y Lituania son buenos ejemplos de ellos. Por el contrario países con monedas que flotan libremente como Polonia o Chequia han tenido mejores resultados. La moneda polaca cayó un 20% entre 2008 y 2009, lo cual mejoró notablemente su competitividad. Tanto, que algunos lo sitúan como el único país de la UE que evitó la recesión en el año pasado.

Por otro lado, los paíse sdel este accedieron con rapidez a fondos del FMI en cuanto lo necesiaron (Rumanía o Hungría por poner dos casos). Mientras la maltrecha Grecia esperó meses a que los europeos nos pusiésemos de acuerdo en cómo ayudarla y, por cierto, involucrando al FMI. Para este viaje ¿hacían falta tantas alforjas? pueden estar preguntándose los candidatos.

Ante esto, algunos países del Este de Europa que hace unos años veían la posibilidad de entrar en el euro como una bendición, pueden estar replanteándoselo. En primer lugar, porque es previsible que pase más tiempo para ello, que las exigencias sean mayores y que tengan que esperar a que los que ya estamos denro, pongamos en orden nuestra casa.

No obstante, creo que existen ventajas de pertenecer al euro. Aparte de la comodidad que supone para la circulación de mercancías y personas (y que redunda en menores tiempos por operación y en ahorro de costes), muchas de las monedas son demasiado pequeñas para vivir de forma independiente. Por otro lado reduce el riesgo, ya que gran parte de la deuda de estos países está en euros.
Lo que subyace en todo esto no es nada nuevo. Es preciso (ignoro si es posible, intuyo que no es fácil) dotar a las instituciones europeas de mayor agilidad y rapidez de actuación. Es preciso que tengan líderes que tomen las riendas de las situaciones y busquen soluciones con celeridad. Hoy en día no ocurre así. Y no es extraño. El Parlamento Europeo es para mucho un cementerio (mausoleo a tenor de los estandares de vida que se gastan) de elefantes para políticos a los que se quiere apartar, el máximo responsable, recientemente elegido es un perfecto desconocido para la ciudadanía europea y .... la responsable de la política exterior una persona a la que no le gusta viajar ni salir de su país. Probablemente tenemos lo que nos merecemos, pero no me resisto a aspirar a algo mejor.

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