Supongo que casi todos habrán visto las imágenes del Dalai Lama en Washington. Tanto él como Obama son personajes lo suficientemente mediáticos como para que todos los colores políticos les presten atención.
No me he fijado especialmente en los detalles comentados en las TVs de que si se le recibió en la sala de Mapas y no en la Sala Oval para evitar que alguien (es decir, la todopoderosa China) crea que se le recibe como un Jefe de Estado o de que si no se han distribuido fotos para evitar que el dragón tenga motivos para echar fuego por la boca, etc. No, me he fijado en lo que me fijo siempre cuando se trata del Dalai Lama: su atuendo. No es que sea un trendsetter el Dalai (¿o sí?) pero sí que es muy consciente de la importancia de los símbolos. ¿Se han fijado en que, a pesar de una nevada tremenda que alfombraba las calles de la capital de USA, el Dalai llevaba su túnica de siempre? Sí, sí, su túnica de siempre con un brazo al descubierto. A mí que soy una firolera, me entraba tiritona sólo de verlo. Y él tan campante!
Supongo que tendría frío (al menos que el ginseng o la concentración budista operen milagros, que todo puede ser) pero sacrifica el dolor que pueda sentir por la importancia del momento. Sabe que nadie espera verle con un plumas, un forro polar, botas de goma, gorro de montaña con orejeras y guantes de goretex. No. El representa a un pueblo, su resistencia (justificada o no, en eso desde luego no entro, aunque, como todos, tenga mi opinión) y su orgullo. Y... el orgullo se muestra también en los atuendos que, en su caso son un símbolo más. Pues eso, que algunos podemos tomar nota. Vestirse para la ocasión tiene sentido.
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