Ayer, cuando por fin se produjo la deseada dimisión de su Primer Ministro de cara acartonada por mil cirugías, unos cuantos compatriotas le recibieron a ritmo de música clásica. Pero no cualquier tipo de improvisación, sino algo a la altura que merecía la ocasión. Una pequeña orquesta de música clásica desplegó sus partituras e instrumentos interprentando el Aleluya de Haendel. Algo realmente elegante y no exento de fina ironía que expresaba el hartazgo de unos ciudadanos para con una clase política a la que culpan de anteponer el interés propio al interés del pueblo al que se han brindado a solucionar sus problemas.
Me gusta esta forma de protesta. Especialmente en este caso. Si por algo se ha caracterizado la personalidad de Berlusconi es por la chabacanería y el mal gusto. Por eso una respuesta de esta elegancia me parece toda una lección!
No hay comentarios:
Publicar un comentario