Les he hablado en varias ocasiones de mi preocupación por la educación española y, la Universidad en particular, que viene a ser el máximo exponente de la educación. La gobernanza del sistema adolece de algunos vicios que hacen que no dé los frutos esperados y que no prepare a las personas adecuadamente. La falta de asunción de responsabilidades y de rendición de cuentas están a mi modo de ver en la raíz del problema (probablemente no todo sea achacable a estas cuestiones, pero seguro que tienen algo que ver). Por eso, me ha gustado especialmente un artículo aparecido hoy en El País, cuyo enlace les adjunto y animo a pinchar. Viene a decir el artículo que, dado que la Universidad se financia con dinero público (ése que según una ex-ministra, no es de nadie) nadie exige responsabilidades sobre cómo se están empleando los dineros que Vd. y yo, pagamos. Y, ya es triste que la gente se soliviante más y exija medidas más contundentes cuando pierde su equipo que cuando se tira el dinero de millones de ciudadanos, el esfuerzo de cientos de miles de estudiantes (y de sus padres que financian sus años de formación) y los desvelos de aquellos profesores esforzados (que los hay) que tratan de ser innovadores en sus planteamientos. Es más esa innovación, a veces les hace destacar y provoca los recelos de sus compañeros que temen verse en evidencia.
Coincido con el artículo (y así lo han repetido premios Nobel de Economía como Robert Solow) que la innovación es clave si un país quiere seguir creciendo (lo cual es un imperativo, pues los otros países lo hacen) en la escena global. Y... visto lo visto parece que la Universidad, lejos de alentar la competitividad y la innovación la mata. Y esto no es baladí. No se trata de innovar para ser moderno. Eso puede estar bien, pero es preciso innovar para mejorar nuestros procesos productivos, nuestra organización del trabajo y nuestras fuentes de ingresos. Recientemente asistí a una tertulia muy interesante en el que se debatían las causas de que la economía japonesa hubiese permanecido en el letargo durante tantos años languideciendo en la escena global. Pues bien, parece que muchas explicaciones apuntan a la falta de creatividad. Parece que hace unas décadas, Japón optó por un modelo educativo igulitario en el que imperaba el "café para todos". Esto mataba la iniciativa y la creatividad, pero daba a los estudiantes japoneses excelentes resultados en los test internacionales, lo cual suponía un orgullo patrio. No obstante, en cuanto se quitaba a los jóvenes de un camino marcado (por ejemplo, cuando pasaban del ámbito académico con sus clases y sus exámenes) a otro en el que dependiesen de sí mismos (p. ej. la empresa) los resultados eran nefastos. Se intentaron luego otros sistemas (no es cuestión de entretenerse demasiado) y hoy los japoneses han comprendido que es vital fomentar la innovación, la creatividad, la iniciativa entre los estudiantes. Estas son hoy cuestiones clave que no puede descuidar nadie. Y... ello se lleva mal con el "café para todos", con la dilución de responsabilidades y con el mantenimiento plantillas acomodadas ¿o no?
Buenas noches
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