El pasado día 7 de octubre de 2011 el INE publicaba sus proyecciones de la población española. Estos datos tienen en esta ocasión un interés especial debido al gran cambio que se produce respecto a los cálculos que este mismo organismo emitía un año antes.
Si en el 2010 auguraban que la población española continuase creciendo hasta 2020 (último año de sus previsiones), en las estimaciones de 2011 el decrecimiento comienza…. en el propio 2011!. La población de un país es la suma del crecimiento vegetativo (nacimientos menos defunciones) más el impacto del saldo migratorio (inmigrantes menos emigrantes) y en ambas magnitudes se producen cambios sustanciales.
Las previsiones de 2011 contemplan una caída en los nacimientos. Caída paulatina y de gran calado. Pasarían de los 490.000 de 2010 a los 396.000 en 2020. Ello supone una reducción de aproximadamente el 20% en el período. Ahí es nada! Las defunciones, en cambio, y como consecuencia del envejecimiento de la población, crecen paulatinamente, pasado de unas 393.000 en 2011 a unas 415.000 en 2010, un crecimiento de un ~6% en 10 años. De modo que en el año 2019 (en realidad en el 2018 ya que las estimaciones se hacen para el 1 de enero) el crecimiento vegetativo de la población sería negativo. ¿Y qué pensaban los responsables del INE un año antes? Predecían que los nacimientos, que habrían alcanzado su máximo en 2010, (según los datos de 2011, en cambio, 2010 no logró superar los 484.000 nacimientos de 2009) descenderían paulatinamente, pero a un ritmo menos acelerado. Las defunciones crecerían también, pero serían inferiores a los nacimientos durante toda la década, con lo que el saldo vegetativo del período sería positivo.
En cuanto al saldo migratorio, aquí también se han producido variaciones sustanciales. El flujo de inmigrantes en las previsiones de 2011 es algo menor de lo que se auguraba un año antes. Con todo, la variación más sustancial se está dando en la emigración. Ya el año 2010 las previsiones apuntaban a que el número de emigrantes fuese descendiendo paulatinamente al igual que sucede en las previsiones realizadas en 2011. Ahora bien, existen diferencias significativas respecto a la cuantía de partida. Si hace un año el INE estimaba que en 2011 saldrían del país alrededor de 400.000 personas, los últimos datos elevan esta cifra casi en un 50%, hasta las 580.000 personas. Ello hace que el saldo migratorio resulte negativo a lo largo de toda la década.
En definitiva, los datos del INE dibujan un país donde la población decrece y se envejece porque el desarrollo que ha sido capaz de elevar la esperanza de vida, no es capaz de ofrecer oportunidades a los jóvenes a los que ha cuidado y preparado. El panorama en Galicia es todavía más desalentador, especialmente en las comarcas interiores, donde se prevé que en una década la población mayor de 65 años triplique o cuatriplique a los menores de 20.
De todos los datos manejados resulta especialmente preocupante el de la emigración que se produce fundamentalmente entre personas jóvenes, preparadas y con empuje. Justo las que pueden hacer a nuestro país más competitivo y las que están en edad y disposición de tener hijos y evitar, o al menos mitigar, el envejecimiento de la población que lleva inexorablemente a la disminución de la misma.
Al hilo de estos datos surgen dos reflexiones acerca de cuáles deberían ser las prioridades de los poderes públicos. Por un lado, tratar de aprovechar toda esa preparación, formación y empuje en beneficio del país y buscar las condiciones (económicas, proyección, desarrollo profesional, etc.) que permitan retener (la morriña y el amor a la patria no dan de comer) a científicos, ingenieros, doctores, especialistas, etc. Por otro lado, hacer una gestión eficiente de la educación. Y esto no trata del copago ni del número de horas de los profesores, que parecen ser la única cuestión importante en materia educativa. Se trata de ir más allá y de adecuar cuantitativa y cualitativamente la oferta educativa a las necesidades actuales y futuras. En una época en la que se aplican tantos recortes no parece tener sentido que invirtamos cantidades ingentes en la preparación de nuestros jóvenes, para que luego, cuando están en edad de trabajar y de contribuir (y no sólo al erario público, sino también al crecimiento y al desarrollo de la sociedad) se los “regalemos” a otras sociedades. Y esto ocurre entre estados y también entre Comunidades Autónomas (y tenemos casos recientes en Galicia de investigadores y grupos de investigadores que, tras formarse aquí en centros públicos, sufragados con el dinero de todos, pasan a trabajar para instituciones privadas en otras zonas).
Cierto que las tendencias analizadas en muchos casos sobrepasan la capacidad de actuación de los poderes públicos, pero, como dice un proverbio holandés. “No puede impedirse el viento. Pero pueden construirse molinos.” Y.. en una tierra donde tanto se ha desarrollado la energía eólica, espero y deseo fervientemente que aparezcan también estos otros molinos que pueden evitar que nuestro país se convierta en un asilo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario