La realidad ahora en España es algo diferente. La adopción es algo mucho más generalizado y, en la mayoría de los casos se produce internacionalmente. Todos conocemos a parejas que, ante la imposibilidad de tener hijos se embarcan en larguísimos procesos para adoptar niños que provienen de China, Etiopía, Colombia, Rusia, Rumanía o muchos otros países. Seguramente, ustedes, como yo, habrán visto las dificultades por las que pasan las familias que inician un proceso de adopción. Nunca saben exactamente qué sucede, cuándo podrán recibir a sus futuros hijos, qué posición ocupan en el país que han elegido para traer a sus retoños. Frustración, desesperación, incertidumbre e impotencia son los sentimientos que en la mayoría de los casos describen la sensación que tienen las familias.
Por lo que he podido averiguar por conocidos y amigos, todo el proceso suele estar rodeado por un gran oscurantismo. Las Entidades Colaboradoras de Adopción Internacional (ECAIs en la jerga) no suelen dar explicaciones claras (o por lo menos suficientemente claras como para que personas con una buena formación consigan entenderles). A pesar de que muchos futuros padres quisieran contactar unos con otros, no siempre las ECAIs facilitan las cosas (en este ámbito como en muchos otros de la vida, la Ley de Protección de Datos se usa como magnífica excusa). No existen listas públicas (no sería necesario que lo fuesen con nombre y apellidos, podría tratarse de un número) y a menudo resulta difícil saber qué lugar ocupa uno en el listado de adopción. Seguro que existen ECAIs en las que la transparencia, el ánimo de facilitar las cosas a las familias y, sobre todo, el buscar el bien de los niños, preside absolutamente todos sus actos. Pero, en muchos otros casos, las ONGs de este tipo no parecen responder a este patrón. Los futuros padres se encuentran a merced de una organización a la que, por cierto, han pagado cuantiosas sumas, cuyos procesos no consiguen entender y ante la cual se abstienen de exhibir cualquier signo de rebeldía ya que podría volvers en su contra.
No tengo muchos datos al respecto, sólo sensaciones e intuiciones en muchos casos obtenidas de confesiones de familias angustiadas e indignadas ante el trato que reciben y que no saben donde acudir. Estoy segura de que en este campo existen magníficos profesionales, pero, entre esas intuiciones, surge una. Me da la impresión de que, ante el creciente número de familias que quieren adoptar, algunos avispados han visto un filón y se han lanzado al "negocio" sin a lo mejor poseer la cualificación y la profesionalidad necesaria. Profesionalidad que debería ser muy elevada, pues se trata de bregar en muchos casos en países con sistemas y legislaciones confusas, laberínticas, no siempre limpias y por lo general muy distintos a los nuestros.
Por eso al leer estos días la prensa referida a las adopciones de hace décadas en España, tengo la sensación de que no hemos avanzado lo que me gustaría en esta materia. Por lo que he recabado de conocidos, compañeros y amigos, tengo la triste sensación de que, en muchos de estos casos, en lugar de llevar allí nuestros sistemas y modos de actuar (supuestamente más limpios, tansparentes y justos) adoptamos los suyos. Tal vez no haya otro modo de actuar, pero, tengo mis dudas.
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