Siempre me ha
fascinado intentar entender cómo distintas circunstancia condicionan el
carácter de las personas. Las experiencias vitales, las personas que nos rodean
(especialmente en nuestros primeros años) y la forma en cómo nos perciben
moldean nuestro carácter. También el paisaje tiene su importancia. Se dice que
el cerco que imponen las montañas en los valles de Galicia configura una
personalidad diferente a la que tienen las personas de la Meseta habituadas a
horizontes despejados, amplios y donde el horizonte parece no tener fin.
Recientemente estuve en Centroeuropea, concretamente en Polonia que tiene una región llamada Galitzia. Galitzia es verde y tiene árboles como Galicia, pero en la orografía es muy distinta. Allí el paisaje es plano, horizontal,
verde y ordenado. Y… esto quizá pueda explicar ciertos rasgos de la
personalidad colectiva. Polonia es un país llano, fértil y próspero, denominado
el granero de Europa. Objeto de deseo como proveedor de materias primas y
alimentos para distintas potencias, ha sido invadido en diversas ocasiones. Los
polacos dicen que las planicies y las llanuras favorecen las invasiones y eso
les hecho les ha hecho forjar un carácter en el que a veces aflora cierto
desvalimiento y reserva. Parece
que, incluso en tiempos modernos, el recuerdo de la amenaza de invasión sigue
presente.
Y… puede que el
paisaje no sólo influya en el carácter sino también en los gustos. Uno de mis
grandes entretenimientos es observar la geografía (natural y humana) desde los
aviones. Lo confieso, estoy acostumbrada a las colinas, valles, subidas,
bajadas, y paisajes sinuosos y caprichosos de Galicia. Me encantan estas disposiciones
desordenadas en las que el hombre adapta su hábitat a las posibilidades que el
paisaje le ofrece. El conjunto me parece armonioso en su desorden, rico en su
variedad, e imaginativo en sus caprichosas formas. Por eso me resultan más
aburridos los paisajes urbanos que rodean muchas ciudades europeas en las que
la facilidad de un terreno llano permite disponer edificios con líneas y formas
geométricas absolutamente perfectas. Supongo que es cuestión de hábito, pero me
quedo con las formas irregulares, caprichosas, donde no siempre se adivina cómo
se va a disponer la próxima colina o la próxima pared. Será por la misma razón
por la que me atraen más las personas con las que siempre existe capacidad de
sorpresa y con las que uno no siempre adivina el su próxima salida.