He visitado recientemente la exposición de Bacon en el Museo del Prado. Acostumbrada a que la pinacoteca exponga obras de artistas de épocas anteriores, sorprende ver la obra de un artista tan contemporáneo colgada de sus paredes.
Pero lo que sorprende enormemente es contemplar imágenes tan desgarradoras y apesadumbradas. También causa extrañeza ver cómo se repite de forma muy insistente la alegoría a la crucifixión en un no creyente. Quizá todo ello no es más que un reflejo de nuestra sociedad. Todos nosotros estamos llenos de contradicciones y ellas son, en cierta manera, un exponente de la riqueza del ser humano. Ni todos reaccionamos ante los mismos acontecimientos de la misma forma, ni una misma persona reacciona de modo idéntico ante situaciones similares. La madurez, el estado de ánimo, las situaciones... influyen sobremanera en nuestras reacciones y comportamientos. Pues si nosotros somos contradictorios, es de esperar que los artistas, esos seres a los que se les supone una sensibilidad más acusada, también lo sean.
En fin, la exposición merece la pena, pero conviene no visitarla un día en el que nuestro estado de ánimo sea melancólico, apesadumbrado o triste.
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