jueves, 10 de noviembre de 2016

Internet ¿Ventana abierta al mundo o ventana con rejas que nos separa de él?


Hay una anécdota que permanece en mi memoria con mucho realismo. Hace unos doce años, estaba mostrando a un anciano las ventajas que ofrecía internet y cómo a través de sus buscadores podía uno asomarse a cualquier lugar del mundo. A realidades, lugares e ideas muy diferentes de las propias. Recuerdo que aquel anciano me pidió que buscase información sobre su pueblo. Pensé que era una forma de verificar la calidad de la información ofrecida haciendo un "chequeo" con una realidad que conocía muy bien.  Pero... con los años he pensado bien podía tratarse de otra cuestión, de que realmente lo que le interesaba a este anciano era lo próximo.

Esta anécdota ha vuelto a mi memoria a raíz de las elecciones americanas y la incapacidad de las encuestas para prever el resultado. Y es que, como dijo recientemente la canciller Angela Merkel en Munich, la tecnología de los buscadores está generando mundos mentales cada vez más pequeños. Intentaré explicarme. Los algoritmos que usan las páginas que ofrecen noticias tratan de adaptar la oferta lo más posible a la demanda. Bucean en nuestras búsquedas, amistades, las páginas visitadas y nos ofrecen contenido alineado y acorde con lo que descubren en nuestra vida cibernética. Cuantos más datos tienen, más pueden ajustar la oferta, no ya a las opiniones que damos, sino a nuestro verdadero comportamiento on line. Con ello, más que abrirnos al mundo amplio presente en la red, lo que tenemos es una especie de caja de resonancia de nuestro propio yo. Terminaremos recibiendo solo noticias que se ajusten a nuestros gustos, opiniones, pareceres, ideas... prejuicios. En lugar de asomarnos a la gran plaza común en la que podemos acercarnos a realidades muy diferentes, conversaciones, interpretaciones y estilos de vida distintos, terminaremos viendo sólo réplicas de nuestras propias opiniones. Eso sí, esos clones "mentales" de nosotros mismos pueden venir de lugares muy distantes.  Todo ello puede conllevar  que tengamos una perspectiva muy limitada del mundo que nos rodea y que tendamos a pensar que todo el orbe es así. Terreno éste abonado para movimientos populistas que entrañan no cierto riesgo.

Y algo de esto puede haber pasado con las predicciones respecto a las elecciones americanas. Estudiosos, especialistas y en general las élites intelectuales del mundo fueron incapaces de predecir el triunfo de Trump. Quizás se estaban alimentando de la información que les llegaba filtrada por el tamiz de su propia personalidad y sus gustos y sin tener en cuenta realidades  de personas diferentes. Personas que en muchos casos no tienen a su disposición los altavoces de las redes sociales, los medios de comunicación, las tertulias pero que pagan sus impuestos, tienen opinión (tan válida como la de cualquiera) y votan.

Por eso la canciller Merkel ha pedido a las empresas tecnológicas que mejoren la transparencia sobre la construcción de los algoritmos para que los usuarios seamos conscientes de que la visión que nos ofrecen del mundo que nos rodea es limitada y sesgada.  Si no tenemos en cuenta estos elementos, podemos pensar que nos estamos asomando a una ventana enorme cuando en realidad sólo estamos en un patio diminuto que, además, y por el efecto de  los charcos, nos devuelve una imagen (a veces distorsionada) de nosotros mismos.