jueves, 27 de agosto de 2009

A vueltas con las mismas historias


Acabo de regresar a España tras varios días de vacaciones. Según contecto la radio o abro los periódicos me sorprendo porque las noticias parecen ser las mismas que cuando me fui: acusaciones entre partidos políticos sobre corrupción o escuchas ilegales, vueltas de nuevo con la financiación autonómica, debate sobre gallego sí o no, qué vamos a hacer con la gripe A (cuestión ésta que por nuestro bien, deberían aclararnos las instancias sanitarias de la OMS, las europeas, nacionales, autonómicas y municipales, si es que se ponen de acuerdo entre ellas), etc. Me saturan estas noticias repetitivas, de las que los medios se hacen eco siguiéndoles el juego a los políticos. Entre otras cosas, porque, y siento ser aqui malpensada, les facilita mucho la labor informativa. Es más fácil reproducir la última boutade de un político que hacer un análisis riguroso sobre las tensiones turco chipriotas y las repercusiones que podrían tener en el acceso de Turquía a la UE.

Entre tanto, y mirando más allá de las naricillas (o narizotas, por aquello que le ocurría a Pinocho) de nuestros políticos, casi se nos quema el Partenon, las elecciones afganas se convierten en una auténtica sangría, Japón empieza una campaña electoral, Georgia se converte en el primer país que abandona oficialmente el bloque creado por los países de la antigua URSS y, noticia positiva, algunas economías europeas como Alemania y Francia parecen sumarse a EE.UU. en el abandono de la recesión.

Creo que resulta poco útil centrar la atención informativa en temas recurrentes, que no tienen su solución en los medios de comunciación sino en los tribunales y que no ayudan mucho al avance del país. Si existe corrupción, denúnciese y resuelva la justicia en breve (ya se sabe que la justicia si llega tarde, no es justicia). Pero por favor, señores periodistas, amplíen un poco su horizonte informativo más allá del espectáculo (a veces nada agradable) que ofrecen nuestros políticos. Creo que para desarrollarnos como país, tanto económica, como educativamente, es preciso abrir horizontes, elevar nuestras mentes. Sólo así podremos elevarnos de las pequeñeces diarias, tomar distancia y poner cabeza de cara a la solución de los problemas que aquejan al país.






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domingo, 16 de agosto de 2009

Los santos inocentes

El jueves por la noche mientras escuchaba la radio tuve que mirarr el calendario ¿sería 28 de diciembre? Los calores estivales (por fin llegan también a Galicia!) me devolvieron a la realidad. Estábamos en agosto y no en diciembre. Lo cierto es que la noticia que daba la radio parecía más propio de esas fechas.

Resulta que la SGAE, no toma vacaciones y lleva su celo protector a cualquier rincón de la geografía y ahora se ha ocupado de dos obras cumbres de nuestra literatura: El alcalde de Zalamea y Fuenteovejuna. Los habitantes de estos pueblos representan estas obras y allí se ha plantado la SGAE. Sorprende, no sólo porque los autores de tales obras llevan varios siglos durmiendo el sueño de los justos (y de los sabios diría yo) sino porque parece que los autores de las versiones que se representan han cedido sus derechos al pueblo. Podría pensarse que estamos ante una nueva forma de despotismo ilustrado: todo para el autor (de la SGAE se entiende) pero sin el autor.

Me parece bien que se protejan los derechos de los autores (que además del amor al arte necesitan otros elementos más sólidos y materiales para su subsistencia) pero da la impresión de que en este caso han ido demasiado lejos. ¿Será simplemente una boutade agosteña para recordarnos su existencia y que aprovechando la sequía informativa del estío se asegura las primeras páginas? No lo sé.

Yo de todo esto saco alguna consecuencia práctica:
1. si la SGAE se ha tomado la molestia, es que las representaciones de Zalamea y Fuenteovejuna tienen cierto relieve. Enhorabuena a los actores, director, gente de atrezzo, organizadores y demás
2. Si la SGAE llega ya al siglo de Oro, cuando queramos cantar, tendremos que remontarnos a obras anteriores. ¿qué tal las cantigas de amigo de Martín Codax? O puestos ya en faena, quizá mejor las de maldizer que, generalmente son anónimas y, cuya temática, en ocasiones os deja con mejor cuerpo

Y pensándolo bien, el título de este post coincide con el de una magnífica novela llevada luego al cine con idéntico título. Espero no vulnerar con él ningún tipo de derechos de autor!

Buen día de S. Roque!

martes, 11 de agosto de 2009

altos vuelos

O...altos costes diría yo.Me sorprendo al leer que los congresistas norteamericanos quieren conmprar 5 aviones de pasajeros de lujo. Estos son los mismos señores que se llevaron (con razón) las manos a la cabeza cuando los presidentes de las principales compañías automovilísticas del país acudieron en sus aviones privados a pedirles ayuda ante la desesperada situación de sus empresas. Resulta que los parlamentarios quieren cinco aviones ( una frusleria que cuesta unos 400 millones de euros). Sorprendente es que la fuerza aérea dijese que necesitaban 1 y que el gobierno les ofreciese 2. Pero es que estos señores no saben tomar aviones convencionales como los demás mortales?Como se van a erigir en defensores de los intereses de los ciudadanos si ni siquiera se quieren mezclar con el pueblo?
En fin, que como ya hemos dicho en otras ocasiones: una cosa es predicar y otra dar trigo! Y la vida de high class es mucho mas apetecible que la espartana, sobre todo cuando el dinero lo pone el contribuyente!

jueves, 6 de agosto de 2009

La popularidad de David Cameron

La popularidad es una de las grandes preocupaciones de estos tiempos. Las estrellas de cine, los cantantes, los famosetes de medio pelo y los políticos, todos ellos, están pendientes de las encuestas de popularidad. Es la medida que les permite a unos y a otros saber si seguirán en la cresta de la ola o en sus cómodos asientos de gobiernos de ayuntamientos, diputaciones provinciales, autonomías, gobierno nacional, parlamentos, consejos asesores... y un largo etcétera de puestos que sufragamos Vd.y yo (a menudo sin darnos cuenta) con nuestros impuestos.

Esta claro que la popularidad debe incidir en los honorarios de un artista, pero ¿aplica igualmente para un gobernante? Los encargados de regir los destinos públicos ¿no deberían adoptar las decisiones adecuadas independientemente de la popularidad de las medidas que de ellas se deriven? Igual que quien dirige una empresa o una familia, a veces tiene que adoptar medidas que no sientan bien a los empleados o a los hijos, pero que son necesarias para la competitividad a largo plazo de la empresa o la educación (a fin de cuentas, en cierto modo relacionada con la competitividad) de los hijos. Sin embargo, veo en los dirigentes de uno y otro color excesivamente preocupados por mantener a toda costa su popularidad y sin atreverse en ocasiones a tomar medidas dolorosas en el corto plazo que pueden reducir la popularidad de algunos políticos.

No debemos olvidar aquella máxima de Epicuro de Samos que abogaba por aceptar dolor en el presente, si de ello se derivaba un futuro más placentero. Me gustaría ver a nuestros políticos (de uno u otro bando) con mayor firmeza de cara a la toma de decisiones en ocasiones impopulares pero necesarias ( recorte del déficit público, menor alegría en el gasto del presupuesto en algunas partidas, exigencia de cumplimiento de horarios y modificación del sistema de retribución de los funcionarios, etc.). Pero, me temo que eso no lo verán mis ojos... aqui. En el Reino Unido, que en esto de democracia nos lleva unos siglos de ventaja, tal vez. Hace unos días el líder de los tories, advertía que ya contaba con que su gobierno sería muy impopular tras su primer año, si ganaba las elecciones. ¿Qué les parece?


lunes, 3 de agosto de 2009

Los pies en la tierra


En Santiago de Compostela los pies suelen ser motivo de atención. Cada día, especialmente en verano, cientos de peregrinos llegan a la capital de Galicia tras jornadas de peregrinación. Los pies sufren y los peregrinos tratan de aliviar los dolores con calzado cómodo (chanclas generalmente) en su recorrido por las rúas de la ciudad. Ayer había muchos peregrinos en Santiago. A los peregrinos habituales que llegan a ver al Apostolo se sumaban los que ayer peregrinaban para ver al Boss. Durante toda la tarde se sucedieron riadas de gente que, todo hay que decirlo, de forma muy ordenada y civilizada se acercaban al Monte do Gozo. En muchos casos, en sentido contrario al habitual. Si normalmente los peregrinos van desde el Monte do Gozo a Compostela, ayer a partir de mediodía, les superaban en número los que hacían la ruta a la inversa, de Compostela al Monte do Gozo.

En el concierto, Bruce Springsteen demostró porque es el Boss. Un artista con los pies en la tierra, sin aires de divo, pese a ser una leyenda viva del rock. Sabedor de que el público acude a sus conciertos no solo a escuchar su música sino también a verle a él, se entrega al público y está atento a lo que sucede a su alrededor. Inició su actuación a los acordes de la Rianxeira, habló en español, saludó varias veces, recogió peticiones del público, se acercó a sus más incondicionales, subió a gente al escenario, tomó de buen grado una caricatura que le presentaba con una gaita y dejó que la cámara le enfocase un buen rato para delicia de los asistentes... En fin, una maravilla.

También tuvieron que tener los pies clavados en la tierra los asistentes al concierto, en muchos casos a su pesar, pues preferirían saltar y brincar al son que marcaba The Boss. Pero, eso resultaba peligroso. La mala organización del evento hizo que muchos tuvieran dificultades para ver al artista y se apiñaban como podían tratando de no perder el equilibrio al tiempo que intentaban seguir, siquiera en las pantallas, el concierto.

Desde luego, los organizadores, merecen un buen escarmiento. No hubo control de entradas ni de objetos introducidos en el recinto ( pude ver como a mucha gente ni siquiera se le pidió la entrada mientras avanzaba con latas de refresco o cerveza en la mano). El caos fue mayúsculo y sólo la suerte y el civismo de los asistentes evitaron lo que pudo ser una desgracia. El recinto se asienta sobre un desnivel. Al fondo del mismo existían vallas y, sin recinto de sueguridad de por medio, pegadas a estas se encontraba la gente. Las imágenes de la tragedia del Estado Heysel de Bruselas pasaron por la mente de algunos de los asistentes.Las salidas no estaban señalizadas, no existían pasillos de evacuación para desalojar a heridos en caso de emergencia, las personas que parecían de la organización ( o deberíamos decir desorganización? ) daban indicaciones contradictorias a un público que se veía impotente. Después de esperar 4, 5 ó más horas en la cola y pagar más 75€ de entrada resulta descorazonador no poder entrar al concierto, y en caso de entrar, no poder ver nada. Claro que el caos no sólo se produjo dentro del recinto.

Antes de entrar, la gente preguntaba a los agentes de la Guardia Civil (la policía municipal, como las meigas, haylas, pero no se les veía) por donde debía acudir, dónde estaba la entrada 1... pero estos no disponían de información. En toda la Rúa das Estrelas, donde tuve ocasión de participar en la que parece ha sido la mayor cola, no se vio a nadie de la Organización. La gente no sabía si se habían abierto las puertas o no, cuánto quedaba... Eso sí, no vi ningún altercado. El público demostró una paciencia y civismo ejemplares. Quizás, el hecho de que la edad media de los asistentes fuese bastante avanzada, hizo que prevalecieran la calma y la cordura. Sólo cuando a falta de 10 minutos del comienzo veían que no iban a poder entrar, se produjo un "rompan filas" espontáneo que conllevó confusión y avalanchas.

Y caos también a la salida. Suerte que la luna brillaba en el cielo. Como los peregrinos de antaño, fue ella la guía de las personas que salían del recinto. Las puertas no estaban iluminadas ni señalizadas. Y ya fuera, en el trecho que había que recorrer entre el albergue de peregrinos y la carretera, se sucedían las farolas... apagadas! Los "peregrinos" que salían del recinto se iban avisando unos a otros viva voce de los obstáculos: "cuidado hay una piedra grande", "ojo, hay una rama caída" se iban advirtiendo unos a otros.

En fin, un milagro digno del Apostolo que no hubiese ocurrido un percance. El Boss demostró por qué es merecedor de ese apodo. Los organizadores, no merecen que sigamos hablando de ellos y que a nadie se le ocurra la peregrina idea de encomendarles ningún evento similar.