Hace 40 años que el hombre llegó a la Luna. Ese acontecimiento planetario tuvo lugar con unos medios tan limitados que hace difícil para algunos creer que tal hecho se haya producido. Según parece el ordenador que controlaba todo el cotarro lunar tenía menos memoria que...cualquiera de nuestros teléfonos móviles. De lo cual se concluye que, si aquellos seres no eran rematadamente locos (algo osados, sí que parecían) malgastamos mucha memoria en nuestros actos cotidianos. Lo cierto es que viendo el Apolo XI en el Museo Aeroespacial de Washington, no resulta extraño que alguno se crea que es todo un montaje de Stanley Kubrick.
Y hablando de montajes. Me sorprendió inicialmente toda esta fanfarria de celebraciones en el 40 aniversario. Pero... pensándolo bien, no es tan extraño. Al gobierno americano le viene muy bien distraer la atención de la crisis. Algo parecido sucede con el gobierno español. Mientras estemos en la luna no nos enteramos de lo que sucede con la economía o no reflexionamos acerca del despilfarro que supone cambiar las losetas de las aceras de media España al amparo del Plan E. Y a la oposición? Pues tampoco le viene nada mal. Mientras estemos en la luna lunera, pues no prestamos atención a otras cosas. Mejor en la luna lunera que en la luna de Valencia.
¿Será que me estoy volviendo muy malpensada?
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