El título quizá les llame la atención, pero hace 9 años estas palabras causaron alarma. ¿Recuerdan el virus informático contenido en un mensaje de texto enviado desde Filipinas por un joven de 23 años? Su amplia propagación hizo que instituciones como el Pentágono, el Parlamento británico Dell Computers o Siemens se viesen afectadas.
Se ha escrito mucho acerca de este virus. Parte de su éxito se debe al uso de las conexiones de red, a la aparición de más de 30 variantes que aumentaron su difusión y por ende, la confusión, pero... sobre todo, al uso que hizo de lo que algunos han llamado "Ingeniería Social". El "gancho" para que los receptores del correo lo abriesen consistía en informarles de que contenía una carta de amor para ellos.Estoy completamente segura de que si el correo hablase de una nueva aplicación informática o de una reforma del sistema educativo habría tenido mucho menos éxito.
A pesar de la sofisticación de estos tiempos y de la complejidad de las herramientas que usamos, parece que las motivaciones fundamentales del ser humano se mantienen inalterables. ¿Será que tenía razon quien dijo "la tecnología no nos hace menos estúpidos, simplemente nos hace estúpidos de manera más rápida"? En estos tiempos de prisas, de tecnócratas, en los que tratamos de aplicar a todo el raciocinio, es bueno recordar que puede no estar ahí la razón última que nos mueve a los seres humanos. Como dice Santiago Alvarez de Mon "Quizá la verdadera sede de la inteligencia no sea la razón sino el corazón".
Más aún. Parece ser que el nacimiento del virus residía en una frustración por un suspenso injusto. El autor había presentado el virus como proyecto de fin de curso, pero le suspendieron bajo pretexto de que era imposible que algo así funcionase. De hecho su autor, bajo el apodo de Spyder, afirmaba "I hate go to school" (odio ir a la escuela). Quizá todos debamos pararnos a reflexionar y prestar mayor atención a los sentimientos.
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