Escribo sentada en el avión que me lleva de Boston a Phoenix, Arizona. Dejo Boston con un sol radiante y la vista de todos los bosques con sus tonos otoñales es realmente espectacular. Es un vuelo largo y antes de salir compré una hamburguesa de carne de cangrejo en el "Legal Sea Foods" restaurant ( curioso nombre) que está junto a la puerta de embarque. A mitad de vuelo me la comeré. Entro de las primeras en el avión pues mi equipaje de mano ha aumentado notablemente en volumen y peso. Muchas de las personas con las que me he entrevistado me han regalado libros, artículos e informes que ocupan en mi maleta casi tanto como la ropa. ¡ Y desde luego pesan mucho más! Es un problema que tengo. No sé decir que no cuando alguien me ofrece un libro!

He tenido una semana intensa en esta meca del conocimiento que es Boston. Los tres primeros días los he pasado fundamentalmente en reuniones con profesores del MIT y Harvard. También he tenido tiempo de comer en el Faculty Room de la universidad de Bentley con Betsy Myers y Dave Eaton. Aprendí sobre la diferencia entre " mission" y "purpose" y salieron a relucir diversas situaciones anecdóticas que nos encontramos aún a veces las mujeres en el entorno de trabajo. Igualmente tuve ocasión de conocer con mi compañero de Columbia, Craig McCurley, cómo funciona la oficina del Tesoro ( así se llama) de Harvard. También aproveche para visitar a los responsables de las oficinas de transferencia de tecnología de MIT. ¡ he cruzado el río Charles unas cuantas veces! ¡ y he estado también unas cuantas veces ( tres) en el " Top of the hub" del edificio Prudential! Las vistas desde allí son espectaculares y los amigos ( los que he aprovechado para visitar y los nuevos que he hecho) han querido agasajarme con cenas en el lugar con mejores vistas de la cuidad. ¡ desde luego soy afortunada!
Los últimos dos días he estado centrada en el International Women's Forum al que he sido invitada. Durante el encuentro más de 800 mujeres de todo el mundo se reúnen para reflexionar sobre temas que son importantes para el futuro de la humanidad. Son mujeres que han tenido unas carreras muy destacadas en el sector público, en empresas, en organizaciones sin ánimo de lucro o como empresarias. Las ponencias versan sobre temas tan diversos como las fuentes de energía, el cambio climático, la salud, las nuevas tendencias en educación o la innovación en el mundo financiero. Los ponentes son de primer nivel ( muchos de MIT, Harvard o alguna de las
otras universidades de la zona) y al conocimiento de la materia, unen una puesta en escena maravillosa que permite captar la atención de los no iniciados. El auditorio lo forman estas 800 mujeres. Algunas acuden acompañadas de sus maridos quienes, si quieren, pueden asistir a las conferencias y no necesitan conformarse con el programa paralelo de los cónyuges. Son mujeres muy senior y por lo general de edad más elevada de la que suelo encontrarme en reuniones. Me sorprenden su curiosidad, su energía, su vitalidad y sus ganas de aprender. Algunas se ayudan de bastones, sillas de ruedas, o incluso sus nietas, pero no por ello pierden el interés. Hablando con ellas, me quedo maravillada con sus historias y su destreza en el uso de las nuevas tecnologías independientemente de su edad. ¡ ojalá yo envejezca así, interesada en todo lo que sucede a mi alrededor!

El grupo de españolas, una de las cuales tuvo la gentileza de invitarme, es de primer nivel. Pertenecen a ese reducido grupo mujeres que, a menudo, aparecen en la prensa económica. A algunas ya las conocía personalmente, a otras por amigos comunes, era seguidora en las redes sociales de otras, y, finalmente, a algunas no las conocía. En todos los casos ha sido una suerte compartir estos días con ellas. Hemos hablado de cosas serias, por lo general con ese aderezo de ironía que la inteligencia es capaz de añadir con total naturalidad, y también de esas cosas más triviales que ayudan a tejer lazos entre los seres humanos. Se han preocupado de explicarme cómo funcionan las cosas en estas reuniones y, siendo amigas de hace años, me han abierto su grupo. Gracias.

Pero, sin duda, la conferencia en la que me he emocionado más fue la centrada en educación. La presidenta emérita del MIT, la Consejera Delegada de EdX y una de las productoras de PBS, disertaron sobre el futuro de la educación. Se habló mucho de los MOOCs ( Massive on Line Open courses ) y como ayudaban a mejorar los niveles de formación para gente que de otro modo ( por cuestiones geográficas o económicas ) no podría acceder a determinados programas. Ahora bien, aunque tienen grandes ventajas ( yo misma como estudiante de MOOCS he podido comprobarlo ) y ayudan a la democratización de la educación, nos recordaron que los MOOCs no van a solucionar el problema del acceso igualitario a la educación. En primer lugar porque los MOOCs se centran en estadios educativos avanzados, cuando, o bien ya la semilla del aprendizaje y la curiosidad ha prendido, o de lo contrario, poco se puede hacer. Es difícil que la mera existencia de MOOCs despierte las ganas de formarse y
aprender en una persona. Es en los primeros años de vida donde se sientan las bases del aprendizaje, de la disciplina, del esfuerzo asociado al estudio y de la estructura mental sobre la que luego vamos construyendo la capacidad de entender la realidad, solucionar los problemas o elaborar razonamientos abstractos. Además, señalan los expertos, el aprendizaje más importante, duradero y decisivo se adquiere de personas, en especial de padres y profesores ( fundamentalmente los de los primeros años). Imposible aquí no acordarme de mis padres y de mi primera profesora.
aprender en una persona. Es en los primeros años de vida donde se sientan las bases del aprendizaje, de la disciplina, del esfuerzo asociado al estudio y de la estructura mental sobre la que luego vamos construyendo la capacidad de entender la realidad, solucionar los problemas o elaborar razonamientos abstractos. Además, señalan los expertos, el aprendizaje más importante, duradero y decisivo se adquiere de personas, en especial de padres y profesores ( fundamentalmente los de los primeros años). Imposible aquí no acordarme de mis padres y de mi primera profesora.
Para mis progenitores la educación ha sido siempre prioritaria y se han esforzado para que sus hijas no sintiesen límites en este sentido y pudiesen acceder a los estudios y centros que consideraban mejores. Siempre tuvieron muy clara la importancia de los idiomas, de las artes (aunque pese a los empeños de mi padre por darnos una buena educación musical, hay cosas en las que si Natura no da, Salamanca tiene poco que hacer) y del espíritu. También con gratitud y cariño me acordé de mi profesora de párvulos, Doña Maruchi ( ya la forma en cómo nos dirigíamos a ella refleja una mezcla de cariño y respeto que, creo, ha sido una constante en los que pasamos por sus aulas). Doña Maruchi era capaz de manejar una clase nutrida de personajillos de edades entre 3 y 6 años y mantenernos ocupados, entretenidos y atentos con actividades adecuadas para cada edad. ¡ enseñanza customizada en un tiempo en el que ni había ordenadores ni internet ni se les esperaba! Y es más, aprendíamos a decir con soltura palabras tan difíciles como franelógrafo ( me ha costado tes intentos hasta que el corrector ortográfico la ha admitido). Pero sobre todo, era una persona amable y atenta a los detalles y que hizo que ir al colegio y aprender se convirtiese en una actividad alegre, interesante y amena. Gracias Doña Maruchi ( que representa a muchos otros profesores que he tenido en mi vida ), Gracias Mamá, gracias Papá.

El piloto avisa de que desde el lado derecho del avión, se ven las cataratas del Niagara. ¡ Mala suerte, estoy sentada del lado izquierdo! Creo que después de dar las gracias a mis amigos, a mis compañeras del congreso, a mis padres y a mis profesores, representados en este caso por Doña Maruchi, va a ser hora de descubrir las delicatessen que el restaurante del aeropuerto me ha preparado. Y, mientras abro la caja pienso que, si algún día llego a ser una anciana inquieta, vital, curiosa y ávida de estar al tanto del devenir del mundo, como las que me he encontrado estos días, probablemente se deberá a la impronta que en los primeros años de mi vida dejaron mis padres y mis profesores.